Lo cierto es que en el año 2009 España ha hecho algo más que aguantar el tipo. De acuerdo con los datos publicados hace pocos días por la OCDE, nuestro país se une por primera vez al club de los que cumplen sus compromisos, y lo hace precisamente cuando grandes economías como Francia, Alemania o Italia se escapan por la puerta trasera. Hurra por el Gobierno.
Pero seguro que podemos aspirar a algo más que a sostener los niveles de ayuda. La pregunta del millón (en el ministerio como en casa) es qué se puede hacer sin gastar dinero. Les sugiero una idea: apuntalemos la modernización del sistema de cooperación.
Tras varios años de reformas que han acercado la cooperación oficial española al siglo veintiuno (aún no estamos ahí, me temo), existe un riesgo serio de que nuestras frágiles instituciones se desmoronen como un castillo de naipes en manos de un gobierno menos amable. Desde la consolidación de la DG de Políticas de Desarrollo hasta la reforma del FAD (hemos visto crecer a nuestros hijos esperando esta reforma), pasando por una verdadera profesionalización del personal de la cooperación o la introducción de mecanismos eficaces de evaluación: éstos y otros asuntos (que se detallan en La Realidad de la Ayuda 2009, que Intermón publica esta semana) van a establecer la diferencia entre un sistema bien dotado pero mediocre y una política de cooperación de primera división.
Y esto es sólo en el ámbito de la AOD. En próximas entradas me iré deteniendo en otras cosas que se podrían hacer ahora y sin romper la hucha. Un adelanto de los titulares: abrir la puerta a los inmigrantes (de los países más pobres), limitar las apariciones públicas de la Ministra de Agricultura y contratar a Robin Hood en el Ministerio de Economía y Hacienda.
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