martes, 30 de marzo de 2010

¿Supone el PP una amenaza para las políticas de desarrollo?

Amigos de la izquierda, progresistas todos, es hora de afrontar los hechos: el Partido Popular podría ganar las próximas elecciones generales. Aunque están haciendo un esfuerzo notable por evitarlo [mientras escribo estas líneas el juez ha dictado una fianza de 3 millones de euros para el ex-presidente balear, ex-miembro de la ejecutiva nacional, ex-ministro de Aznar, ex-conocido de Rajoy (quelehadichoquesedefiendasipuede) Jaume Matas], el destino llama a su puerta. Sólo un traspiés en la meticulosa carrera hacia el abismo del Presidente Zapatero podría ponerles por detrás en esta Corte de los Milagros en la que se ha convertido la política española.

Y como yo nunca he votado a ningún partido que haya llegado más lejos de la presidencia de una comunidad de vecinos, me siento moralmente capacitado para hacer la pregunta que inquieta a los buenos samaritanos de nuestra Patria: ¿supondría la victoria del PP una amenaza para las políticas de desarrollo de España?

Ésta es la buena noticia: no hay amenaza posible para la política nacional de desarrollo... porque nunca ha existido tal cosa. Es cierto que el PSOE ha dado un impulso sin precedentes a los recursos y la calidad de nuestra cooperación; y que ha tenido momentos felices en algunos asuntos como el comercio de armas o la lucha contra el hambre. Pero no hay una estrategia definida que ate estas iniciativas a una visión de largo plazo, o que garantice la coherencia de nuestra política exterior y económica con los objetivos del desarrollo.

La mala noticia, ay, es que las cosas podrían ser mucho peores. Hasta ahora el PP ha apoyado la política gubernamental de AOD, pero en Génova saben muy bien que África no da votos. A diferencia de sus colegas en el Reino Unido, los conservadores españoles se han cuidado mucho de comprometer futuros niveles de ayuda, mucho más en un contexto de déficit público galopante. Esteban González-Pons -portavoz adjunto en el Congreso- dio una pista de por dónde van a ir las cosas cuando declaró hace unos días que Zapatero debería ocuparse de África "con el tiempo que le quede tras resolver los problemas de los parados españoles".

Convertir la respuesta a la crisis en una batalla entre los pobres propios y los ajenos es un recurso miserable, incluso en época preelectoral. Si a eso sumamos otras perlas (como el exótico escepticismo de algunos dirigentes populares con respecto al cambio climático o las posiciones tramontanas en materia de inmigración), el panorama da susto. Tampoco ayuda mucho asomarse al relatorio de ideas desplegado en su página web, cuya simplicidad abochornaría a un estudiante de secundaria.

Pero yo me he educado con los jesuitas, y sé que los ricos también lloran. Y me consta que el PP cuenta con individuos brillantes que comprenden que en un mundo interdependiente la responsabilidad frente a otros es parte de un bien entendido interés propio. Precisamente porque el sentido común no es patrimonio de ningún bando, sólo nos queda esperar que estas personas estén bien situadas en un futuro gobierno.

[Nota al pie: tal como pintan las cosas, los partidos minoritarios que sostengan al nuevo Gobierno van a ser casi tan importantes como el partido que gane las elecciones. Hasta ahora la izquierda y los nacionalistas han sostenido los esfuerzos del Gobierno en materia de ayuda, pero esto puedo cambiar. ¿Y qué se puede esperar de estrellas emergentes, como UPyD? ¿Son los liberales progresistas que muchos estamos estamos esperando o van a consumir su existencia hablando sólo de nacionalismo?]

viernes, 26 de marzo de 2010

Trabajadoras invisibles


Miles de mujeres españolas y extranjeras trabajan en nuestro país como empleadas del hogar. Cuidan de nuestros hijos y de nuestros mayores, atienden nuestras casas y hacen nuestras vidas posibles.

Y, sin embargo, no son trabajadoras como las demás: sus jornadas pueden llegar a ser de 14 y 16 horas; no tienen derecho al paro; y sólo cobran sus bajas laborales a partir del segundo mes. Cuando se trata de trabajadoras extranjeras, el miedo a perder el permiso de trabajo o a ser expulsadas las hace vulnerables a todo tipo de excesos, desde las jornadas abusivas hasta la retención de pasaportes por parte del empleador. Muchas internas reciben hasta un 30% de su salario en especie (comer y dormir en la casa en la que trabajan).

Son trabajadoras invisibles que hacen nuestras sociedades mejores y que merecen el respeto de nuestras leyes e instituciones. Si estás de acuerdo, únete a nosotros en la manifestación que tendrá lugar el próximo domingo 28 a las 13h en la Plaza Jacinto Benavente de Madrid.


jueves, 25 de marzo de 2010

Arrepiéntete, Bill


Bill Clinton no es un cristiano renacido, como su colega George W. Bush, pero también sabe arrepentirse en público si la ocasión lo merece. Esto fue lo que le espetó hace unos días al Comité de Relaciones Exteriores del Senado cuando declaró como enviado especial del Presidente Obama para la crisis de Haití (ver artículo completo aquí):
"Tal vez haya sido bueno para algunos de mis [sic] agricultores en Arkansas, pero no ha funcionado. Fue un error. He tenido que vivir cada día con las consecuencias de que Haití haya perdido su capacidad de producir arroz para alimentar a su gente, debido a las decisiones que yo tomé; nadie más".
Lo verdaderamente sorprendente de esta declaración es que haya tardado tanto en producirse. Lo que sigue es parte de un artículo que escribí hace un par de años a propósito de la volatilidad del precio de los alimentos (me encanta citarme):
Haití se enfrenta hoy a una carestía estructural de arroz, pero hace sólo 20 años sus campesinos eran capaces de producir todo el arroz que consumía la población nacional a un precio razonable. ¿Qué se torció? En 1995, el FMI y el Banco Mundial "sugirieron" la aplicación de un plan de liberalización comercial rápida. Y cuando dicen "rápida" se refieren exactamente a eso: en pocos meses los aranceles a la importación se desplomaron del 50% al 3%, lo que abrió la puerta a una avalancha de arroz subsidiado procedente de los Estados Unidos. Los precios locales disminuyeron levemente, pero en pocos años la producción nacional se desplomó, dejando al país en manos del mercado exterior. Justo antes del terremoto Haití importaba un 80% del arroz que consumía, y los precios internos se habían multiplicado por dos.
Lo lamentable es que este caso es una plantilla del modo en que han operado los mercados agrarios internacionales durante los últimos 30 años: liberalización unilateral de los países más pobres, exportación masiva de productos subsidiados por parte de los países ricos y un sector rural abandonado por donantes internacionales y gobiernos locales. Para países que no cuentan con las divisas para comprar en los mercados internacionales, la dependencia alimentaria absoluta se ha convertido en una ruleta rusa de consecuencias imprevisibles.
Así que sí, Bill; arrepiéntete. Y de paso haz algo para evitar que otros países corran en el futuro la misma suerte que Haití: únete a quienes dentro y fuera de los EEUU reclaman una reforma del sistema de ayuda alimentaria estadounidense (entre quienes no se encuentra la Ministra de Agricultura española, por lo visto), y hazlo ahora que las negociaciones de la OMC aún ofrecen una oportunidad.
Acto de contricción y propósito de enmienda.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Las consecuencias de gobernar el siglo XXI con políticas del XIX

Les juro que me interesan también otras cosas y que hablaré sobre ellas, pero justo hoy se ha publicado un trabajito que escribí para el Real Instituto Elcano sobre la reforma del régimen migratorio global, así que vuelvo a la carga con este asunto.

Pasen, amiguitos, y sepan porqué este modelo migratorio no sólo es inmoral, sino profundamente idiota: Migraciones internacionales: Las consecuencias de gobernar el siglo XXI con políticas del XIX.

(Importante: no conducir maquinaria pesada después de leerlo).

sábado, 20 de marzo de 2010

Esto ocurre en España hoy

De una nota emitida por Europa Press hace cuatro días:
"La delegación española del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) recomendó al Ministerio del Interior que diera asilo a la mujer de nacionalidad nigeriana presunta víctima de trata que, conforme ha denunciado una ONG, ha sido expulsada de España. Según explicó ACNUR, la mujer solicitó asilo a las autoridades españolas y su petición fue denegada "pese a los informes favorables a la admisión al procedimiento emitidos" por este organismo internacional especializado en asilo y refugio."
La mujer está embarazada y con toda probabilidad es víctima de una organización que la obligaba a prostituirse. Como ha denunciado la Red Española Contra la Trata de Personas, esta expulsión contradice la nueva Ley de Extranjería, que protege de forma explícita a las mujeres víctimas de esta esclavitud del siglo XXI. El Ministerio del Interior se refugia en que el reglamento de la Ley aún no ha sido aprobado.

Tampoco fue aceptada la solicitud de asilo, a pesar de los informes favorables emitidos por ACNUR. Aunque España linda con una de las regiones más convulsas del planeta, nuestro país obstaculiza de manera sistemática la solicitud de asilo en nuestro territorio y embajadas, y rechaza después la inmensa mayoría de las solicitudes presentadas. De acuerdo con el último informe de CEAR, en 2008 "sólo 4.517 personas lograron solicitar asilo (un 41% menos que en 2007 y la cifra más exigua desde 1989) y únicamente 151 obtuvieron el estatuto de refugiado".

Este caso no es una excepción. En nuestro país se persigue a los inmigrantes irregulares de manera inmisericorde y con independencia de sus circunstancias; incluso antes de que pisen suelo español. Se hacen redadas en el Metro, se les espera a la salida de sus asociaciones o se les caza en las puertas de un comedor de caridad (como pude presenciar con mis propios ojos). Y se acosa de forma particular a quienes no son blancos.

Esto está ocurriendo en España, en el año 2010 y de la mano de un Gobierno socialista.

jueves, 18 de marzo de 2010

Un minuto para la publicidad

Que cambie todo para que todo siga igual

Las comisiones de Industria y de Cooperación del Congreso discuten en estos días la reforma del Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD). Concebido originalmente para fomentar la internacionalización de la empresa española, este sistema de créditos concesionales (interés bajo y período de pago más amplio) se incorporó pronto a los instrumentos de la ayuda oficial, y hoy constituye un paradigma de todo lo que ha funcionado mal en nuestra cooperación durante dos décadas.


La lista de agravios del FAD es considerable, pero destacan tres debilidades fundamentales: se trata de un instrumento crediticio que alimenta la deuda externa de los países receptores; financia proyectos que priman la cuenta corriente de las empresas españolas por encima de cualquier otra consideración (incluyendo el interés del país pobre); y contribuye a la descoordinación y falta de transparencia que lastran nuestro sistema de ayuda desde sus inicios. La combinación de estos elementos ha dado lugar a verdaderas perlas en la historia de la AOD española, como la financiación de material militar en Angola a principios de los 90, la reconstrucción de una carretera turística en Nicaragua cuando medio país había sido devastado por el Mitch o la construcción de un hotel de lujo en Chad (ver otros ejemplos en la página del Observatorio de la Deuda y en este trabajo de Intermón Oxfam).


El asunto sería una anécdota amarga si no fuese porque estamos hablando de cifras multimillonarias. De acuerdo a los datos que ofrece La Realidad de la Ayuda, sólo en el año 2008 esta partida supuso la friolera de 191 millones de euros, y hasta mediados de esta década el FAD se comía uno de cada seis euros del total de la AOD española. Un verdadero filón para el puñado de empresarios perezosos que cuando dicen ‘internacionalización’ quieren decir en realidad ‘fináncienme-mi-exportación’.


El Gobierno ha llevado al Parlamento una propuesta de reforma que divide al FAD en dos nuevos instrumentos de financiación concesional: el FONPRODE (orientado a proyectos de desarrollo) y el FIEM (orientado a la internacionalización de la empresa española). El hecho de que los dos objetivos hayan quedado diferenciados supone un avance evidente, pero muchas ONG y expertos consideran que la reforma se queda muy corta. Dicho de forma simple, el FIEM es una forma de seguir haciendo lo mismo con un nombre diferente. Peor aún: al no estar sujetos a la disciplina de las reglas de la ayuda o incluir criterios de responsabilidad social, existe el riesgo de que estos créditos recuperen algunos viejos vicios del FAD, como la opacidad o la financiación de exportaciones militares. Si además tenemos en cuenta que los proyectos del FONPRODE seguirían necesitando el visto bueno del Ministerio de Economía para su aprobación, habremos hecho un pan con unas tortas.


Dos consideraciones finales: en mi opinión, los créditos pueden jugar un papel importante entre los instrumentos de un sistema de cooperación -en particular cuando se trata de países con deudas sostenibles y un acceso limitado a los instrumentos de mercado-. Pero sólo cuando estén sujetos a condiciones estrictas que garanticen su impacto sobre el desarrollo. Ésa es precisamente la línea que proponen las enmiendas presentadas por los grupos de la oposición (la transcripción del debate que tuvo lugar hace unos días en la Comisión de Cooperación del Congreso es realmente ilustrativa).


Y dos: ¿realmente queremos que nuestra estrategia de internacionalización empresarial prime a los mismos ‘conseguidores’ de siempre a costa de un sector privado innovador y que entiende el progreso como un beneficio mutuo? ¿Es éste el concepto de economía sostenible que propone el Gobierno?

lunes, 15 de marzo de 2010

Lo que importa no es la realidad, sino la percepción de la realidad

Xavier Sala-i-Martín es un tipo encantado de conocerse y con un gusto dudoso para las chaquetas. Pero también es un economista brillante y un polemista bien informado, y por eso convence e irrita a partes iguales. Uno de sus últimos trabajos -La pobreza en África está cayendo... ¡mucho más rápido de lo que piensas!- es un buen ejemplo de estas características. En él argumenta que, al contrario de lo que supone la mayoría, los niveles de pobreza y desigualdad de África subsahariana están disminuyendo de forma acelerada, hasta el punto de que este continente podría cumplir en 2015 el objetivo de reducir a la mitad su pobreza extrema.

Las conclusiones de este estudio han sido contestadas rápidamente por el Banco Mundial y por expertos de otras instituciones (ver un resumen en las páginas de Chris Blattman y del Overseas Development Institute). En general, las críticas se concentran en la metodología utilizada por Sala-i-Martín y en el modo en el que las extrapolaciones econométricas sustituyen la mala calidad de las estadísticas africanas. El lugar común es que África ha disminuido sus niveles de pobreza, pero en un grado mucho menos impresionante de lo que sugieren este autor (y a expensas de lo que ocurra con la crisis, habría que añadir).

No sé quién tiene razón, pero me interesan menos las luchas tribales de los académicos que las consecuencias prácticas de un debate de estas características. Porque en el desarrollo, como en casi cualquier otro ámbito de las políticas públicas, la apariencia de realidad cuenta tanto como la realidad misma. No importa que hablemos de la pobreza en África, de los muertos en un conflicto o del número de enfermos que esperan ser operados en la Comunidad de Madrid: a menudo los responsables políticos tienen menos interés en resolver los problemas que en controlar el modo en el que la opinión pública los percibe, porque los votos y los presupuestos se derivan de ese estado de ánimo.

En el caso que nos ocupa, la guerra de cifras puede alimentar los ataques a las políticas de solidaridad con África, atrapadas entre el déficit público y las dudas sobre la eficacia de la ayuda, y eso hace que tengamos que ser especialmente cautos. Todos aspiramos a la mejor información estadística sobre la pobreza, pero si los ejercicios de pirotecnia académica sirven como excusa para reducir aún más la atención que recibe África, entonces el asunto resulta mucho menos divertido. Incluso luciendo una chaqueta de colorines.

domingo, 14 de marzo de 2010

El FMI pierde la fe; una ONG de Bangladesh se va de misiones a EEUU; chinos de 8 años dan lecciones de democracia: vínculos que me gustaron

- Dani Rodrik, profesor de políticas de desarrollo en la Kennedy School de Harvard, escribe una pieza informativa y convincente sobre el modo en el que la crisis ha transformado la ortodoxia económica, incluso la de momias institucionales como el FMI. De propina, un empujón a la Robin Hood Tax de la que hablábamos hace unos días.

- Duncan Green cuenta la historia de BRAC, posiblemente la primera gran ONG internacional nacida en un país pobre. Naturalmente, han abierto oficinas 'sobre el terreno' en Inglaterra y en EEUU. (El blog de Duncan, colega en Oxfam, es una fuente incomparable de buena información sobre la actualidad del desarrollo. No dejen de añadirlo a sus marcadores favoritos.)

- Si la mediocridad de la política nacional está a punto de vencerles, recuperen la fe en la democracia de la mano de unos niños chinos de 8 años. Weijun Chen describe en el documental Please Vote for Me la encarnizada campaña por el puesto de delegado en una clase de primaria. Les hará reír, llorar y entusiasmarse. La versión completa está disponible en este vínculo de Youtube, pero pueden ir abriendo boca con el trailer.

jueves, 11 de marzo de 2010

Dilemas morales

El martes asistí a una jornada informativa sobre la nueva Ley de Extranjería organizada por Pueblos Unidos y el despacho Gómez-Acebo y Pombo. Me impresionó la espléndida intervención de María Segurado, jurista de Caritas: informada, indignada y contundente.

María explicó lo que todavía conocen pocos: La nueva Ley de Extranjería -aprobada por el Parlamento a finales del año pasado- responde a los requerimientos del Tribunal Constitucional y de las directivas europeas consolidando los derechos de asociación, reunión y sindicación de los inmigrantes. Contempla además otros avances, como la reagrupación de parejas de hecho, el derecho de los familiares reagrupados a trabajar o el acceso de organizaciones de derechos humanos en los centros de internamiento.

Sin embargo, estas garantías son la excepción en una ley diseñada y aplicada para restringir los derechos fundamentales de los extranjeros no comunitarios que residen en nuestro país. Constituye un paso atrás en nuestro Estado de Derecho y es el mejor modo de dispararnos en los pies.

Algunas perlas del análisis de la Ley que Caritas ha realizado junto con CEAR y la Red Acoge (ver todos los detalles aquí):
  • Limita el acceso de los inmigrantes en situación irregular a ciertos derechos esenciales (como la educación para mayores de 18, la vivienda o servicios sociales 'específicos').
  • Restringe el derecho de reagrupación de ascendientes directos.
  • Las inmigrantes irregulares que denuncien ser víctimas de violencia de género estarán automáticamente expuestas a un expediente sancionador (que puede derivar en la expulsión).
  • Se refuerzan los kafkianos requerimientos para la renovación de los permisos de residencia y trabajo, como la limitación territorial o la demostración de 'esfuerzos de integración'.
  • Se introducen tasas de cerca de 200 euros para la contratación de personas extranjeras.
  • Se amplía a 60 días el período de reclusión de irregulares en centros de internamiento. En la práctica, pena de privación de libertad por una falta administrativa equivalente a una infracción de tráfico.
  • Se agravan las penas para delitos de colaboración con inmigrantes irregulares, como promover la permanencia irregular de un extranjero o consentir la inscripción ficticia en un padrón.
Cada sociedad se enfrenta a un puñado de asuntos que establecen el rasero moral de sus generaciones, y nos equivocaríamos sin pensásemos que éste no es uno de ellos. La nueva Ley (apañada por el PSOE, CiU y Coalición Canaria; el PP no la apoyó porque le parecía tibia) es un paso más en la descomposición moral de nuestra política migratoria. El hecho de que haya sido impulsada por un partido socialista asustado no hace sino denigrarla aún más. ¿Con qué rostro van a recuperar el mensaje del 'buen inmigrante' cuando pase la crisis y necesitemos su mano de obra y sus impuestos?

[Nota al pie: líbreme San Cucufato de interferir en la estrategia electoral de los obispos, pero me pregunto si el dignísimo trabajo de Caritas (diocesana) y Pueblos Unidos (jesuita) en este campo no merecería un empujoncito público de la Conferencia Episcopal, si sacan un hueco entre manifestación por la familia y manifestación por la familia.)]

miércoles, 10 de marzo de 2010

¿Qué fue de la Ronda de Doha?

Si rebuscan en su trastero quizás encuentren alguna pancarta antigua con el lema "Por un comercio con justicia", o una postal reclamando "La patente o la vida". Son los recuerdos sentimentales de uno de los movimientos civiles más importantes de los últimos años, el que se generó alrededor de las negociaciones de la Ronda de Doha en la Organización Mundial del Comercio (OMC). De hecho, eso que se ha dado en llamar el 'movimiento anti-globalización' comenzó en 1999 durante la conferencia de la OMC en Seattle (una especie de bautismo inaugural, pero estrellando las botellas de sidra champanada en los cascos de los policías). También fue el escenario de uno de los debates ideológicos más fascinantes en los que me he visto involucrado.

¿Por qué tanto revuelo? Básicamente, porque la Ronda de Doha abrió una oportunidad única para poner el comercio internacional al servicio del desarrollo, y eso no es decir poco. No sólo el comercio ofrece oportunidades extraordinarias para los países más pobres en forma de mayores y mejores exportaciones, sino que muchas de las normas de la OMC suponen una seria amenaza para la capacidad de los estados de intervenir en sus economías, y hoy sabemos porqué eso es un problema. La apertura de negociaciones ofrecía la ocasión de maximizar las oportunidades en la lucha contra la pobreza y minimizar sus riesgos, de ahí la atención que generó.

En concreto, Oxfam estableció seis prioridades para convertir la Ronda de Doha en una verdadera Ronda del Desarrollo:
  • Incrementar el acceso de los países pobres a aquellos mercados en los que mejor pueden competir, como la agricultura o los textiles.
  • Garantizar el derecho del mundo en desarrollo a proteger sectores estratégicos de sus economías para fortalecer procesos de industrialización y modernización.
  • Poner fin a la competencia desleal de la exportaciones subsidiadas de los países ricos, sobre todo en el sector agrario.
  • Excluir algunos servicios básicos (como la salud, la energía o el agua) de los procesos de liberalización multilateral.
  • Reformar los mecanismos de toma de decisiones y de solución de diferencias en la OMC para hacerlos más transparentes y democráticos.
  • Cambiar las reglas de propiedad intelectual para garantizar el acceso de las poblaciones pobres a medicamentos esenciales.
De todo este menú, sólo se logró algún avance significativo en el último punto, gracias a la Declaración sobre Propiedad Intelectual y Salud Pública de la Conferencia de Doha (2001). El resto ha sido un formidable juego de ilusionismo por parte de los países ricos, cuyos compromisos iban menguando en la misma medida en que elevaban el volumen de su fanfarria a favor del desarrollo. Resultado: los beneficios esperados de la Ronda para los países pobres se redujeron de 300.000 a 30.000 millones en sólo cuatro años, de acuerdo a los cálculos del Carnegie Endowment. Gran parte de esta pérdida se deriva del injusto acuerdo agrícola, en donde la hipocresía de los países ricos brilló con luz propia, como detallaré en una entrada próxima.

España penduló entre la irrelevancia y el ridículo. Nuestros ministros (primero del PP, luego del PSOE) callaban casi siempre, y cuando hablaban era para apoyar las posiciones más reaccionarias de gobiernos como el francés, cuyo lema en materia de liberalización comercial es "haga lo que yo digo, no lo que yo hago".

Otros países, sin embargo, encontraron en las negociaciones de la OMC la oportunidad para ascender a la primera división de la política internacional. Tuve el privilegio de trabajar, por ejemplo, con los negociadores de India y de Brasil, cuya alianza mutua y con la sociedad civil fue determinante para sortear los chantajes de Europa y EEUU. Fue el nacimiento del mundo multipolar que definirá la globalización del siglo XXI.

Tras el fracaso de la Conferencia de Hong Kong en 2005 (que siguió al fracaso de Cancún en 2003), la Ronda de Doha se ha desinflado casi por completo. El aroma proteccionista de la respuesta a la crisis no ha hecho más que complicar las posibilidades de un acuerdo, y todo parece indicar que la conferencia ministerial prevista para el próximo mes de diciembre puede ser el último clavo en el ataud de la Ronda.

Algunos movimientos y activistas piensan que el descarrilamiento de las negociaciones es una buena noticia y un triunfo del anti-capitalismo. No me busquen entre ellos. Aunque tengo la certeza de que la alianza de países pobres y ONG evitó que se firmase un mal acuerdo, lamento este resultado. En un mundo interdependiente, la ausencia de reglas multilaterales es la jungla, y en la jungla el más grande se come al más pequeño. Francamente, no se me ocurre nada más capitalista que eso. Lo que necesitamos es una OMC fuerte que considere los intereses y las capacidades de todos sus países miembros, y que garantice un comercio al servicio del progreso global. Tal vez no sea tan cool como el cambio climático, pero esta lucha no ha caducado, se lo aseguro.

Pero no discutamos más, con lo poco que nos vemos. Permítanme terminar mi diatriba liberal con otro vídeo del activismo más cáustico y divertido, esta vez de la mano de The Yes Men: la pareja de cómicos se cuela en una conferencia internacional suplantando a un representante de la OMC . La escena sería desternillante... si uno es capaz de ignorar hasta qué punto se toma en serio el público a una institución como la OMC. (Lamentablemente, sólo he encontrado una versión original inglesa subtitulada en francés. Ver otros vídeos y sketches de The Yes Men aquí): http://www.youtube.com/watch?v=3KbmEwjtgmU

lunes, 8 de marzo de 2010

Esto no es una tontería

De la sesión interna de Intermón Oxfam con motivo del Día Internacional de la Mujer:

  • Tres quintas partes de quienes viven en la pobreza extrema son mujeres y niñas.
  • De los 960 millones de adultos analfabetos, dos terceras partes son mujeres.
  • De los 130 millones de menores que no asisten a la escuela, un 70% son niñas.
  • La mitad de la población femenina adulta ha padecido violencia a manos de sus compañeros.
  • Medio millón de mujeres pierde la vida cada año como consecuencia de complicaciones en embarazos, partos y abortos, y 18 millones más quedan discapacitadas.
  • Casi todos los conflictos armados recientes se han caracterizado por la violencia sexual sistemática contra la mujer, un instrumento utilizado para aterrorizar y fomentar la depuración étnica.
  • Las mujeres dedican un 70% de su tiempo no remunerado a cuidar a sus familias, una contribución que permanece invisible en el cómputo de las economías nacionales.
  • Muchas familias del mundo en desarrollo impiden que sus hijas asistan a escuelas en las que las letrinas no están separadas.
  • Si en los campos de refugiados las letrinas de las mujeres no están en lugares muy visibles, las agresiones sexuales son recurrentes.
  • Las mujeres producen la mitad de los alimentos que consume el mundo (el 65% en Asia y hasta el 80% en África subsahariana). Sin embargo, en la mayoría de los países la propiedad de las tierras y bienes de producción están en manos de los hombres.

No sé si el mejor modo de resolver estos problemas es a base de crear ministerios de igualdad. Pero no entiendo a quienes se mofan de este asunto como si fuese una ocurrencia, porque esto no es una tontería.

sábado, 6 de marzo de 2010

El desarrollo 'prêt-à-porter'

El mundo del desarrollo está sujeto a la misma evanescencia que caracteriza al mundo de la moda. Como por arte de magia, aquello que una temporada resulta rabiosamente popular queda repentinamente relegado a la categoría 'démodé'. Una cumbre internacional, una campaña ingeniosa o un simple documental pueden provocar verdaderas transformaciones en la opinión pública, y con ellas en el interés de académicos, políticos y activistas: ¿dónde está la nueva 'bala de plata' contra la pobreza, que me apunto?

Echen si no un vistazo a la última década: el entusiasmo por la abolición de la deuda externa dio paso a los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que luego se evaporaron para encumbrar las negociaciones comerciales de la OMC. Hoy todo eso ha quedado ensombrecido por el nuevo astro -el cambio climático- y ya hay quien dice que tras el fracaso de Copenhague conviene ir trasladando el circo a otro lugar.

Lo malo es que los temas pasan de moda, pero no por eso dejan de ser importantes, como demuestra el caso del comercio. Pese a que casi nadie habla de ello (y mucho menos en la OMC), la Ronda de Doha sigue abierta e incorpora la misma carga de riesgos y oportunidades con la que comenzó. Dicho de otro modo, la atención pública sigue siendo tan imprescindible como lo era hace sólo cinco años, cuando pensábamos que el futuro de los países pobres se jugaba en este tablero. (En los próximos días dedicaré un par de entradas a profundizar en este tema, que me arrebató los mejores años de mi juventud.)

¿Hasta qué punto las grandes ONG son víctimas o culpables de este baile? Es cierto que el oportunismo mediático juega un papel importante a la hora de definir las campañas, y eso explica en parte el ritmo con el que cambian las estrategias (dejando en el camino un rosario de profesionales frustrados y ciudadanos desconcertados). Pero, hasta cierto punto, sería una estupidez no actuar de este modo, porque la relevancia pública es sinónimo de relevancia política, y eso implica oportunidades de cambio.

La clave está en encontrar asuntos que puedan ser abordados desde perspectivas diferentes, adaptables a las circunstancias. El derecho de las familias campesinas a una vida digna, por ejemplo, se puede reivindicar de muchas maneras: el fin del dumping exportador de los países ricos, que hunde sus ingresos; los riesgos del calentamiento global, que amenaza la productividad de sus explotaciones; o la caída de la ayuda internacional, que limita la construcción de su infraestructura.

Así que, éste es mi consejo de hoy, amiguitos: en el activismo, como en la moda, conviene adaptarse de forma inteligente a las circunstancias. Yo aprendí esta lección de forma amarga, cuando descubrí que la atención que despertaba en mis intervenciones públicas no se debía tanto a mi oratoria churchilliana como a los pantalones de campana y las chaquetas entalladas 'Príncipe de Gales' heredadas de mi padre. Imaginen a Manolo Escobar hablando del cambio climático en el Ateneo, y se aproximarán bastante a mi drama.

jueves, 4 de marzo de 2010

Ayuda muerta, decroissance, presidentes que se incrustan y obituario de Michael Foot: vínculos que me gustaron

- Una guía concisa y bien informada de Lindsay Whitfield para navegar el mar de críticas a la ayuda al desarrollo. Todo lo que Dembisa Moyo escondía en su bolso de Prada.

- Empieza tomar fuerza entre algunos movimientos sociales españoles la teoría del 'decrecimiento', último juguete teórico importado de Francia. Al igual que otros conceptos infelices -como la exótica 'soberanía alimentaria' de los agricultores europeos-, mucho me temo que este asunto se convertirá en un agujero negro del tiempo y el dinero que deberíamos dedicar a otras cosas. En esta entrada Matthew Lockwood enfoca el dilema entre crecimiento y sostenibilidad de un modo lúcido.

- Michael Clemens incluye en su blog un interesante comentario sobre la decisión del Tribunal Constitucional de Colombia con respecto a la reelección del Presidente Uribe. Buenas referencias a las nefastas consecuencias de los enjuages presidencialistas en América Latina y en África.

- Y una nota personal: lean el excelente obituario del político británico Michael Foot, escrito hoy por Walter Oppenheimer en El País.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Una puerta de oro para los inmigrantes pobres

"¡Bienvenidos a Madrid!", reza la campaña turística que nuestro civilizado alcalde presentará hoy en el aeropuerto de Barajas. "¡... Salvo que sea usted de color marrón!", replicarán alegres los policías apostados en segunda fila mientras agitan sus gorras. Porque en Madrid y en otras ciudades de España es el blanco lo que está de moda. Al menos eso sugieren los varios cientos de juristas y organizaciones sociales que presentaron ayer el informe Controles de identidad y detención de inmigrantes: Prácticas ilegales. Abstenerse de su lectura los nostálgicos de Peter Botha.

Este blog va a hablar mucho de inmigración y desarrollo, un asunto en el que he trabajado en los últimos años. Quiero empezar poniendo mis cartas sobre la mesa: considero que el régimen migratorio actual no sólo es inmoral, sino profundamente idiota. Constituye la mejor política para seguir disparándonos en los pies, y su reforma debería concitar mucha más atención por parte de las ONG de desarrollo.

Hecha esta declaración, retomo mi serie Cien ideas prudentes para el gobernante decente y les propongo hoy una relacionada con la inmigración. Hace algunas semanas, el investigador del Center for Global Development Michael Clemens sugirió al Gobierno estadounidense incorporar la política migratoria en la respuesta a la crisis de Haití. Su argumento era simple: uno de los modos más sencillos y eficaces de colaborar con los haitianos es permitirles escapar (temporalmente, al menos) de la catástrofe en la que se ha convertido su país:
"En este momento admitimos la entrada legal en los EEUU de una media de 21.000 inmigrantes haitianos cada año. (...) ¿Qué evidencia tenemos de que no se podría absorber un número tres veces más grande, o incluso mayor? Hemos aceptado durante años cerca de un millón de inmigrantes anuales procedentes de todo el mundo, sin que eso haya tenido implicaciones tangibles para el trabajador americano."
Como es lógico, la propuesta considera la ralentización de la economía estadounidense, pero destaca el potencial de esta idea, que surge de las investigaciones que Clemens ha realizado con Lant Pritchett. Sin variar un ápice sus condiciones en origen (formación, edad e incluso conocimiento del inglés), un haitiano multiplicaría por 6 sus ingresos por el mero hecho de hacer en EEUU lo que hacía en su país.

Dicho de otro modo, el punto fundamental no es ya cuánta gente llega, sino quiénes. La 'democratización' de los flujos migratorios implica ofrecer oportunidades a los que más las necesitan, y no sólo a los que hablen nuestra lengua o vayan a misa. Como demuestra el caso de Haití, una política migratoria de cirujano que abra una puerta de oro a parte de su población más pobre podría generar beneficios sin precedentes para el país en un momento trágico de su historia.

¿Por qué les cuento todo esto cuando las colas del paro en Europa se divisan desde el Meteosat? Por dos razones: en primer lugar, no siempre va a ser así. Antes o después nuestros países comenzarán a demandar trabajadores, y lo harán en sectores de la economía que necesitan mano de obra extranjera. Incluso en este ambiente económico de velatorio, las mejores estimaciones calculan que la UE necesitará en 2020 cerca de 50 millones de trabajadores de baja cualificación en sectores no deslocalizables. ¿Adivinan de dónde van a venir? Porque son exactamente los mismos que evitarán que nos jubilemos a los 85.

En segundo lugar, es posible comenzar a abrir estas posibilidades aquí y ahora. Alemania, Francia o Inglaterra mantienen cupos de inmigrantes que se podrían adaptar a los objetivos de desarrollo. Incluso la maltrecha España puede hacer algo: en vez de lanzarse a una caza de inmigrantes irregulares que abochorna a los policías decentes (que son mayoría) y equipara la catadura moral del Gobierno a la de la Liga Norte, el Presidente podría dedicar un minuto de la Presidencia Europea a promover la Política Migratoria Común que necesitamos como el comer.

martes, 2 de marzo de 2010

La (incierta) realidad de la ayuda española

Se pueden decir muchas cosas del gobierno socialista (les aseguro que yo digo unas cuantas), pero es incuestionable que los últimos seis años han visto avances sin precedentes en la cantidad y la calidad de la ayuda española al desarrollo. No sólo es más que posible que España cumpla en 2010 el compromiso de destinar a la AOD un 0,51% de su menguante riqueza nacional, sino que el sistema de cooperación se moderniza y mejora de manera lenta pero progresiva. Es capital que se apuntalen estos avances en lo que queda de legislatura.

Estos argumentos -junto con una batería de los datos más recientes y una serie de interesantes capítulos temáticos- están disponibles en el informe La Realidad de la Ayuda 2009, que Intermón Oxfam presenta hoy. Después de catorce ediciones, este informe anual sigue siendo el mejor análisis de las políticas españolas de desarrollo, y un ejemplo de lo que buenos investigadores pueden hacer si cuentan con el apoyo de ONG independientes y valientes. La sociedad civil española del siglo XXI.

Y ahora déjenme guardar el pañuelo y hacer una par de valoraciones personales sobre la realidad de la ayuda oficial al desarrollo.

Es muy cierto que hemos avanzado en los últimos años. De hecho, las mejoras comenzaron durante la primera legislatura del PP, donde Fernando Villalonga impulsó el consenso que dio lugar, entre otras cosas, a la primera Ley de Cooperación. Después vino la era oscura de Miguel Ángel Cortés, un político berlusconiano cuya estrella ha caído con la misma velocidad que Aznar la aupó. Y en 2004 comenzaron los seis años de oro en nuestra cooperación, de la mano del nuevo Gobierno: un Plan Director que merece ese nombre; un equipo ambicioso y bien dotado de análisis y planificación de las políticas de cooperación; y un espacio ganado a pulso entre los donantes internacionales. Y muchos más recursos, desde luego.

Pero, ay, llegó la crisis y el juego de sillas musicales en el que se ha convertido la Administración española ha frenado tantos cambios inacabados. Durante los últimos meses hemos visto tambalearse los cimientos de la reforma, descuidada por un Gobierno que ha descuidado casi todo lo demás.

Insisto en algunas de las prioridades que apuntaba hace unos días:

Necesitamos refundar la AECID para hacerla más eficaz y ambiciosa. Un cuerpo de diplomáticos mal formado y peor motivado para gestionar la ayuda (con honrosas excepciones) se está haciendo de nuevo con su control. Se aleja la posibilidad de poner el sistema en manos de los cientos de profesionales españoles que cuentan con la mejor formación y experiencia para poner nuestra cooperación a la altura de un sistema que ha crecido de 2.300 a 5.000 millones de euros en tan sólo seis años.

Necesitamos reformar el Fondo de Ayuda al Desarrollo, cuya ley está siendo discutida ahora en el Parlamento. Durante décadas, este instrumento reembolsable de internacionalización de la empresa patria se ha convertido en el abrevadero de multinacionales que recurrían a él para financiar grandes operaciones de exportación e inversión en países en desarrollo, engordando de paso la deuda de estas economías con España. Ya es hora de romper el corporativismo del Ministerio de Comercio y poner el FAD al servicio del interés común.

Necesitamos modernizar los instrumentos de la ayuda para obtener el máximo impacto de cada euro gastado. Mientras la Comisión Europea destina ya el 40% de sus fondos en forma de apoyo presupuestario (inyecciones al presupuesto educativo, sanitario o de infraestructuras de los países receptores más fiables), España permanece en el 1%. Tampoco se han hecho esfuerzos significativos para garantizar una adecuada 'división del trabajo' entre donantes cuando operan en un país, de modo que se evite la redundancia y la concentración de los programas.

Y una nota final que me interesa especialmente: sería imperdonable que la rigidez que atenaza a nuestra Administración derivase en la anorexia de la DG de Políticas de Desarrollo. Esta oficina se convirtió durante la primera legislatura de Zapatero en la mejor esperanza de dotarnos de un equipo de analistas y estrategas para las políticas públicas de desarrollo. Hoy se está produciendo un efecto centrífugo de consecuencias imprevisibles.

(Desahogo: No saben ustedes la cantidad de gente que pasa por mi oficina con cinco años de trabajo en el terreno y un título de Harvard, Columbia u Oxford. Es descorazonador verles marcharse a cualquier institución multilateral que no los merece.)