domingo, 28 de febrero de 2010

Nada como una buena guerra para salvar vidas

Ha caído en mis manos un estudio de lo más curioso, que parece haber levantado ampollas entre las organizaciones que se despepitan por la pacificación de África. Un grupo de investigadores de la Simon Fraser University de Vancouver ha llegado a la paradójica conclusión de que muchos conflictos violentos del mundo en desarrollo conducen a la reducción de los índices nacionales de mortalidad, más que al contrario.

A mí el asunto me recuerda a una de esas noticias de la sección del TBO 'Increíble, pero mentira', y sin embargo el Profesor Andrew Mack, director del estudio, cuenta con mucho entusiasmo que la explicación de esta paradoja está en el esfuerzo humanitario internacional que generan las guerras. Al atraer la atención de agencias internacionales y ONG, los servicios de salud, alimentación y atención social mejoran considerablemente, y eso salva un número de vidas mayor que el que la guerra destruye. Utilizando como ejemplo la RD del Congo, los autores sugieren que la cifra real de muertes como consecuencia de la guerra es mucho menor que los casi 5,5 millones que ahora se dan por buenos.

Vivir para ver.

Como es lógico, la investigación ha sido fuertemente contestada por organizaciones como el International Rescue Committee, que calculó la cifra de víctimas en la guerra de la RDC. Arguyen que sus cálculos fueron publicados (y revisados) en tres revistas científicas de prestigio, y señalan el verdadero riesgo de este publicitado estudio: en su opinión, lo único que necesitan los donantes es una nueva excusa para dar otro paso atrás en los conflictos que asolan África. Existe una razón por la que se denominan 'conflictos olvidados', dicen, y controversias como ésta no harán nada por sacarlos del olvido.

No sé quién tiene razón en este asunto, pero, francamente, no estoy seguro de que tenga mucha importancia. Es posible que los muertos en la guerra del Congo sean 500.000 más o menos que los declarados oficialmente. Lo verdaderamente noticioso es que ni usted ni yo tengamos oportunidad de leer absolutamente nada de ello en los medios españoles. Hoy, como cada día, centenares de mujeres congoleñas han sido violadas por los diferentes grupos en conflicto. A lo mejor han sido decenas, pero incluso en ese caso me gustaría saberlo.

viernes, 26 de febrero de 2010

No es cuestión de ideología, compañero

Orlando Zapata, activista cubano por la democracia, murió el pasado martes en La Habana tras 85 días en huelga de hambre. El régimen castrista ha degenerado en una caricatura amarga de un fenómeno que se extiende a lo largo y ancho del planeta: la restricción de libertades fundamentales para justificar procesos más o menos exitosos de desarrollo. De China a Venezuela, de Mozambique a Marruecos, gobiernos de todo pelaje ignoran la libertad de prensa y limitan la acción de los movimientos y asociaciones que no pueden ser cooptados. Muchos de estos gobiernos han sido elegidos democráticamente, y el aval de las urnas actúa como una lavativa para justificar cualquier cosa.

Tengo muchos y buenos amigos en organizaciones sociales y políticas que padecen estos excesos. Y tengo también unos cuantos que los justifican de manera más o menos abierta. Se trata de individuos admirables, que han pasado gran parte de su vida en las peores trincheras de los peores lugares. Pero su visión del desarrollo es un juego de vasos comunicantes en donde la libertad se concede a costa del progreso, y viceversa. Es la visión que justifica el expansionismo delirante del Comandante Chávez, que a sus ojos ofrece por primera vez en muchos años un modelo alternativo al de los EEUU.

Nunca he estado de acuerdo con esta visión. No creo que existan modelos únicos de democracia, pero sí principios irrenunciables para construir sociedades decentes. Uno de las primeros es no aplastar a quienes discrepan contigo. ¿Que Guatemala, con toda su democracia, está peor que Cuba? Me importa un bledo. Tampoco he sido nunca muy amigo de los males menores.

(Nota: hablando de todo un poco, recomiendo la lúcida despedida del Presidente Óscar Arias, publicada hoy por El País).

El G-20 como el Sheriff de Nottingham

"Seamos francos: los bancos ya han dañado a la economía y el Reino Unido arrastra en este momento un déficit público del 12%. Quienquiera que ocupe el próximo gobierno tiene que incrementar los impuestos o reducir los servicios públicos; posiblemente ambos. ¿Qué es lo que haría usted: incrementar el IVA, despedir a una enfermera o pasarle la factura a un banquero?".

Es el sueño de un activista. Una campaña simple, contundente, en la que villanos y víctimas se contraponen con claridad para llamar al ciudadano a la acción. Eso es lo que ofrece la Robin Hood Tax Campaign puesta en marcha por decenas de organizaciones británicas hace un par de semanas.

El argumento es simple: introduciendo una pequeña tasa (0,05%) en las transacciones financieras internacionales se podrían generar cerca de 400.000 millones de dólares anuales para financiar dentro y fuera de casa la lucha contra la pobreza y el calentamiento global. Los que peinan canas bajo la gorra del Che encontrarán esta propuesta muy parecida a la Tasa Tobin que se ha reclamado durante décadas. Lo es. Aunque, al contrario que la propuesta que hizo el bueno de James en 1972, éste es un mecanismo que busca en primer lugar generar recursos y sólo después reducir el carácter especulativo de los mercados (en particular los de divisas).

Pero eso son notas al margen. Lo importante es que se trata de una idea seria que podría generar grandes beneficios con un coste relativamente bajo. Lo sorprendente es que, además de la de un grupo de izquierdistas entrados en años (que incluye a varios premios Nobel, eso sí), la iniciativa ha recibido el apoyo de Gordon Brown, Nicolas Sarkozy y Angela Merkel. Nada como pagar la vajilla que han roto los bancos para replantearse dos o tres fundamentos económicos. El apoyo de estos líderes significa que existen posibilidades reales de sacar adelante la propuesta en las reuniones que mantendrá el G-20 a lo largo de este año, y de ahí la oportunidad de la campaña Robin Hood Tax.

Naturalmente, hay muchos más detalles detrás de las cifras que he dado. Todos están disponibles en el argumentario de la web de campaña, incluyendo referencias a los trabajos más técnicos. También les sugiero echar un vistazo en Google a las críticas que han surgido a derecha e izquierda. Una de las más sugerentes es la que plantea Owen Barder, y que contesta mi colega Duncan Green.

Pero dejen todo eso para sus horas de biblioteca. Ahora es el momento de disfrutar del espléndido vídeo de campaña. Tres minutos del mejor ingenio activista de la mano de Bill Nighy.


martes, 23 de febrero de 2010

No se acuerde de mí, Sr. Presidente

El pánico se ha desatado entre ONG y agencias de desarrollo. Al parecer el presidente Rodríguez-Zapatero ha mencionado ya en varias ocasiones que los fondos de la ayuda española a los países pobres no se van a tocar, así que todos esperamos cogidos de la mano el anuncio del recorte inminente. Después de ver la suerte que han corrido pensionistas, investigadores, empleados públicos o usuarios de trenes, es el momento de poner en marcha la próxima campaña: "No se acuerde de mí, Sr. Presidente".

Lo cierto es que en el año 2009 España ha hecho algo más que aguantar el tipo. De acuerdo con los datos publicados hace pocos días por la OCDE, nuestro país se une por primera vez al club de los que cumplen sus compromisos, y lo hace precisamente cuando grandes economías como Francia, Alemania o Italia se escapan por la puerta trasera. Hurra por el Gobierno.

Pero seguro que podemos aspirar a algo más que a sostener los niveles de ayuda. La pregunta del millón (en el ministerio como en casa) es qué se puede hacer sin gastar dinero. Les sugiero una idea: apuntalemos la modernización del sistema de cooperación.

Tras varios años de reformas que han acercado la cooperación oficial española al siglo veintiuno (aún no estamos ahí, me temo), existe un riesgo serio de que nuestras frágiles instituciones se desmoronen como un castillo de naipes en manos de un gobierno menos amable. Desde la consolidación de la DG de Políticas de Desarrollo hasta la reforma del FAD (hemos visto crecer a nuestros hijos esperando esta reforma), pasando por una verdadera profesionalización del personal de la cooperación o la introducción de mecanismos eficaces de evaluación: éstos y otros asuntos (que se detallan en La Realidad de la Ayuda 2009, que Intermón publica esta semana) van a establecer la diferencia entre un sistema bien dotado pero mediocre y una política de cooperación de primera división.

Y esto es sólo en el ámbito de la AOD. En próximas entradas me iré deteniendo en otras cosas que se podrían hacer ahora y sin romper la hucha. Un adelanto de los titulares: abrir la puerta a los inmigrantes (de los países más pobres), limitar las apariciones públicas de la Ministra de Agricultura y contratar a Robin Hood en el Ministerio de Economía y Hacienda.