miércoles, 9 de junio de 2010

El último, que apague la luz

Hoy comienza en Madrid la Conferencia sobre cooperación al desarrollo en tiempos de crisis. De crisis del Gobierno, habría que añadir, porque, visto el modo en el que esta reunión ha ido perdiendo peso político, su título bien podría haber sido "El increíble caso de la conferencia menguante". De la inauguración de Zapatero y los fuegos artificiales de hace sólo unos meses hemos pasado a  un modesto acto presidido por nuestro modesto Ministro de Exteriores, que además ha exigido a lo asistentes que escuchen lo que tenga que decir en su palacete del centro de Madrid y después se trasladen en autobús al centro de conferencias. Lo que oyen.

Entiéndaseme bien: el plantel de panelistas y conferenciantes es espléndido y el contenido del programa no puede ser más relevante. No hay muchos gurús de fama interplanetaria, pero después de la soporífera relación de presentaciones (Sachs, Sapir, Stern, etc.) que nos tuvimos que tragar la semana pasada en el seminario de la Fundación Ideas, uno casi lo agradece. [Nota al margen: lo mejor de esa jornada, aparte de la magnífíca conferencia de Stiglitz, fue la intervención grabada del líder de los socialistas europeos. Adornado por una chapa reivindicativa más grande que él, se despachó a gusto contra "los mercados" por todo lo que nos están haciendo y exigió una reforma urgente. Lamentablemente, no tuvo oportunidad de mencionar quién demonios gobernaba en los países europeos cuando se produjo la desregulación sobre la que brokers y banqueros han cabalgado tan alegremente, pero no nos vamos a hacer mala sangre por esas cosas. Lo importante es que ahora todos somos activistas.]

Lo dicho. Los que tengan la oportunidad de pasarse por la conferencia, creo que va a merecer la pena. Los que no, pueden encontrar aquí los trabajos que se han preparado para la ocasión (incluyendo un sugerente análisis del impacto de la crisis en la financiación del desarrollo).

El Gobierno, mientras tanto, podría salir del armario en el que parece haberse refugiado desde que anunció el plan de ajuste. No hay nada bochornoso en luchar por la solidaridad de Europa y en mejorar el impacto de nuestra cooperación, incluso con menos fondos. Si insisten en tirar la toalla en este asunto, otro de los legados principales del presidente se irá por el sumidero de la crisis.

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