Como es Navidad, el Parlamento Europeo rechazó ayer (por ahora) la directiva sobre el "permiso único" que pretendía formalizar un sistema de castas entre trabajadores comunitarios y de países terceros. En su peculiar concepción del mundo, la Comisión Europea y sus 'hooligans' de los partidos conservadores estaban dispuestos a consolidar un marco laboral en el que el color del pasaporte establece discriminaciones fundamentales entre colegas de fábrica o despacho, por ejemplo a la hora de percibir las pensiones a las que cada uno de ellos tiene derecho. No deja de sorprenderme el modo en el que Europa ignora en sus políticas de inmigración todas las lecciones valiosas que ha aprendido en el último medio siglo acerca de los riesgos de establecer la raza y la nación como determinantes de derechos fundamentales.
Así que tres hurras por socialistas y liberales. Pero no se me entusiasmen demasiado; la de ayer es una de las escasas noticias buenas que recibirán los inmigrantes este año. La crisis ha puesto a sus comunidades en el disparadero y proliferan en los países europeos todo tipo de políticas de acoso más o menos legal contra los trabajadores extranjeros y sus familias. Desde la complicación kafkiana del derecho de reagrupación a las redadas 'selectivas' en estaciones de Metro, la restricción de servicios sociales o el 'deber de informar' (una reminiscencia de Vichy), la imaginación de los burócratas de la UE es inagotable.
Entre todas estas medidas destaca con luz propia la de la reclusión forzosa de extranjeros en los Centros de Internamiento que adornan varias ciudades españolas. Se priva de libertad a individuos que han cometido una falta administrativa (mezclándolos con delincuentes confesos); se humilla a los internos y a sus familias con los regímenes de visitas; y se cultiva la desinformación y la angustia de los afectados. En la mayor parte de los casos, estos procesos ni siquiera derivan en una expulsión, sino que constituyen un mero castigo institucional y un mecanismo intolerable para inflar las estadísticas del Ministerio del Interior (del mismo Gobierno socialista cuyos eurodiputados se rasgaban ayer las vestiduras por la discriminación de los inmigrantes). Pueden consultar más detalles en las páginas de Inmigrapenal y en el último informe presentado por Pueblos Unidos.
Nada mejor entonces que celebrar el Día de los Trabajadores Migrantes saliendo a la calle y haciendo un canto a la decencia política y al sentido común. Si viven ustedes en Madrid o están de paso navideño, quizás quieran incorporarse a la concentración por el cierre de los CIE de que tendrá lugar en la Pza. Eugenia de Montijo (Metro Eugenia de Montijo) el próximo sábado 18 a las 4pm (también habrá concentraciones en Barcelona, Valencia, Málaga, Motril y Algeciras). Con toda franqueza, no se me ocurre una causa más urgente.
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