Los votantes han confirmado a las encuestas. El Partido Demócrata ha perdido finalmente el control del Congreso y con ello la capacidad (relativa) de llevar adelante sus reformas de manera unilateral. Para quienes esperamos cambios radicales en el modo en el que los EEUU definen e impulsan sus políticas de desarrollo, la noticia no podría ser peor. Con excepción de los programas de difusión del creacionismo en el África subsahariana, podemos esperar esfuerzos tibios por parte de quienes llevan la voz cantante en el Partido Republicano.
Sin embargo, no todos creen que esto sea un problema. Incluso es posible que la Administración Obama puede hacer de este trago una oportunidad. Al menos eso sugiere Connie Veillet, del Centre for Global Development, que destaca en este artículo las posibilidades para la reforma, vinculadas en gran medida con el impulso de una agenda de la eficacia de la ayuda.
Algunos de los ejemplos que sugiere son ilusionantes: si aceptamos que la ayuda alimentaria estadounidense -basada en gran medida en la exportación de excedentes agrícolas propios- retrasa las respuestas humanitarias y encarece los programas en un 25%, la posible reforma puede beneficiar tanto a la calidad de la ayuda como a la restricción del déficit público. Un legislador inteligente -por muy oposición que sea- es capaz de apreciar estos remedios caseros (salvo que haya sido puesto en el cargo por los lobbies agroindustriales estadounidenses, que para estas cosas tienen poco sentido del humor).
Sin embargo, otras de las supuestas 'oportunidades' que destaca la Sra. Veillet no lo son tanto. Un presupuesto para la política exterior que agrupe desarrollo, diplomacia y defensa es el mejor modo de someter las prioridades del primero a los intereses de los segundos. Ésa es la deriva que están tomando otros gobiernos, como el del Reino Unido, donde tras el compromiso de sostener los niveles de ayuda se esconde el propósito puro y burdo de poner los recursos contra la pobreza al servicio de los intereses estratégicos del donante. Después de que George W. Bush devolviese a la agencia pública USAid al amparo del Departamento de Estado, la tentación imperial de mezclar churras con merinas es demasiado alta.
De la necesidad, virtud... pero solo hasta un punto.
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