Dani Rodrik, respetado economista de Harvard, critica en su blog los supuestos vaivenes en la posición de Oxfam sobre los precios internacionales de alimentos. Al parecer, tenemos la irritante costumbre de "acentuar lo negativo", quejándonos cuando los precios están bajos y protestando cuando los precios están altos.
El profesor Rodrik tiene razón. Cuando la competencia desleal de los países ricos y la liberalización unilateral (inducida) de las economías pobres obligaba a cientos de millones de campesinos a vender sus productos por debajo del coste de producción, Oxfam protestaba. Y cuando -en medio de una volatilidad mareante- el precio de los alimentos se multiplicó, incrementando el número de hambrientos en más de 250 millones de personas, Oxfam también protestó.
¿En qué quedamos?, dice el Prof. Rodrik. ¿No eran precios altos lo que habíamos reclamado?
Para un tipo que pasa las horas elaborando detallados modelos econométricos que le permitan interpretar una realidad que rara vez pisa, el desinterés por los matices resulta llamativo. Como señala mi colega Rob Bailey en la respuesta a las acusaciones de Rodrik (que éste ha tenido el buen gusto de colgar en su blog), nunca hemos dicho nada esencialmente diferente, pero la intensidad de los mensajes se ha ido adaptando a las circunstancias políticas y a la oportunidad de influir en ellas. Los campesinos pobres perdieron durante los años de la competencia desleal y el desmantelamiento de los mecanismos públicos de apoyo. Pero perdieron también cuando sus desventajas de partida (falta de crédito, insumos, tierra o mercados) les impidieron aprovechar las oportunidades de un mercado más rentable. Si consideramos que buena parte de los productores pobres también son consumidores pobres, el impacto sobre la seguridad alimentaria del mundo en desarrollo es fácil de comprender.
En realidad, estos y otros muchos detalles están en el camión de informes e investigaciones que hemos ido publicando en los últimos años con respecto a estos asuntos.
Y sí, tenemos ese defecto. Tendemos a centrar nuestra atención en los perdedores. Para dar un paso atrás y enfatizar los matices ya están los académicos de Harvard.
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