martes, 2 de marzo de 2010

La (incierta) realidad de la ayuda española

Se pueden decir muchas cosas del gobierno socialista (les aseguro que yo digo unas cuantas), pero es incuestionable que los últimos seis años han visto avances sin precedentes en la cantidad y la calidad de la ayuda española al desarrollo. No sólo es más que posible que España cumpla en 2010 el compromiso de destinar a la AOD un 0,51% de su menguante riqueza nacional, sino que el sistema de cooperación se moderniza y mejora de manera lenta pero progresiva. Es capital que se apuntalen estos avances en lo que queda de legislatura.

Estos argumentos -junto con una batería de los datos más recientes y una serie de interesantes capítulos temáticos- están disponibles en el informe La Realidad de la Ayuda 2009, que Intermón Oxfam presenta hoy. Después de catorce ediciones, este informe anual sigue siendo el mejor análisis de las políticas españolas de desarrollo, y un ejemplo de lo que buenos investigadores pueden hacer si cuentan con el apoyo de ONG independientes y valientes. La sociedad civil española del siglo XXI.

Y ahora déjenme guardar el pañuelo y hacer una par de valoraciones personales sobre la realidad de la ayuda oficial al desarrollo.

Es muy cierto que hemos avanzado en los últimos años. De hecho, las mejoras comenzaron durante la primera legislatura del PP, donde Fernando Villalonga impulsó el consenso que dio lugar, entre otras cosas, a la primera Ley de Cooperación. Después vino la era oscura de Miguel Ángel Cortés, un político berlusconiano cuya estrella ha caído con la misma velocidad que Aznar la aupó. Y en 2004 comenzaron los seis años de oro en nuestra cooperación, de la mano del nuevo Gobierno: un Plan Director que merece ese nombre; un equipo ambicioso y bien dotado de análisis y planificación de las políticas de cooperación; y un espacio ganado a pulso entre los donantes internacionales. Y muchos más recursos, desde luego.

Pero, ay, llegó la crisis y el juego de sillas musicales en el que se ha convertido la Administración española ha frenado tantos cambios inacabados. Durante los últimos meses hemos visto tambalearse los cimientos de la reforma, descuidada por un Gobierno que ha descuidado casi todo lo demás.

Insisto en algunas de las prioridades que apuntaba hace unos días:

Necesitamos refundar la AECID para hacerla más eficaz y ambiciosa. Un cuerpo de diplomáticos mal formado y peor motivado para gestionar la ayuda (con honrosas excepciones) se está haciendo de nuevo con su control. Se aleja la posibilidad de poner el sistema en manos de los cientos de profesionales españoles que cuentan con la mejor formación y experiencia para poner nuestra cooperación a la altura de un sistema que ha crecido de 2.300 a 5.000 millones de euros en tan sólo seis años.

Necesitamos reformar el Fondo de Ayuda al Desarrollo, cuya ley está siendo discutida ahora en el Parlamento. Durante décadas, este instrumento reembolsable de internacionalización de la empresa patria se ha convertido en el abrevadero de multinacionales que recurrían a él para financiar grandes operaciones de exportación e inversión en países en desarrollo, engordando de paso la deuda de estas economías con España. Ya es hora de romper el corporativismo del Ministerio de Comercio y poner el FAD al servicio del interés común.

Necesitamos modernizar los instrumentos de la ayuda para obtener el máximo impacto de cada euro gastado. Mientras la Comisión Europea destina ya el 40% de sus fondos en forma de apoyo presupuestario (inyecciones al presupuesto educativo, sanitario o de infraestructuras de los países receptores más fiables), España permanece en el 1%. Tampoco se han hecho esfuerzos significativos para garantizar una adecuada 'división del trabajo' entre donantes cuando operan en un país, de modo que se evite la redundancia y la concentración de los programas.

Y una nota final que me interesa especialmente: sería imperdonable que la rigidez que atenaza a nuestra Administración derivase en la anorexia de la DG de Políticas de Desarrollo. Esta oficina se convirtió durante la primera legislatura de Zapatero en la mejor esperanza de dotarnos de un equipo de analistas y estrategas para las políticas públicas de desarrollo. Hoy se está produciendo un efecto centrífugo de consecuencias imprevisibles.

(Desahogo: No saben ustedes la cantidad de gente que pasa por mi oficina con cinco años de trabajo en el terreno y un título de Harvard, Columbia u Oxford. Es descorazonador verles marcharse a cualquier institución multilateral que no los merece.)

1 comentario:

  1. Por mí que cierren la AECID. A santo de qué un gobierno me tiene que quitar una parte de mi sueldo para repartirlo por ahí a otros gobiernos corruptos, financiar viajes étnicos de la Vicepresidenta, y cosas por el estilo.

    De ahí la importancia de las siglas NG en las oenegés, cuyo trabajo por otra parte resulta en muchos casos admirable.

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