Save the Children International es una de las ONG más interesantes del panorama global. De la mano de un equipo brillante que ha combinado presencia sobre el terreno, capacidad de innovación y coraje político, esta organización está protagonizando un recorrido ilusionante hacia la nueva generación de grandes ONG que liderará nuestro sector en el siglo XXI.
Un buen ejemplo de esta deriva es la campaña que lanzaron el pasado lunes: No Child Born To Die. El mensaje es tan simple como devastador: ocho millones de niños mueren cada año antes de cumplir los cinco por razones perfectamente evitables, como las infecciones respiratorias o la diarrea. Son cuatro millones menos que en 1990, pero ocho millones más de los que son necesarios. Y se pueden hacer muchas cosas para cambiarlo.
Las causas de esta catástrofe moral están detalladas en el informe que presenta la campaña y que pueden descargar aquí. Un cóctel que les sonará familiar: compromiso insuficiente por parte de gobiernos nacionales y donantes internacionales. Si solo cinco de los países africanos -región en la que se concentran los niveles de mortalidad infantil más acuciantes- ha cumplido el compromiso de destinar un 15% de sus presupuestos a los gastos de salud, la trayectoria de los donantes no tiene mucho más lustre. Save the Children calcula que el esfuerzo internacional en este ámbito es un tercio de lo que necesita la salud de los niños y de sus madres.
La agenda para el cambio está detallada alrededor de dos grandes ejes: programas de inmunización y personal sanitario. En ambos casos las soluciones incluyen una combinación de recursos económicos y de imaginación política. Los avances de la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización, por ejemplo, ofrecen pistas sobre cómo gobiernos, sector privado y sociedad civil pueden aliarse para reducir los precios de las vacunas y garantizar un suministro extenso y adecuado.
Piensen en cada uno de esos ocho millones de niños como un hijo propio. A mí me ayuda a establecer prioridades.
Un buen ejemplo de esta deriva es la campaña que lanzaron el pasado lunes: No Child Born To Die. El mensaje es tan simple como devastador: ocho millones de niños mueren cada año antes de cumplir los cinco por razones perfectamente evitables, como las infecciones respiratorias o la diarrea. Son cuatro millones menos que en 1990, pero ocho millones más de los que son necesarios. Y se pueden hacer muchas cosas para cambiarlo.
Las causas de esta catástrofe moral están detalladas en el informe que presenta la campaña y que pueden descargar aquí. Un cóctel que les sonará familiar: compromiso insuficiente por parte de gobiernos nacionales y donantes internacionales. Si solo cinco de los países africanos -región en la que se concentran los niveles de mortalidad infantil más acuciantes- ha cumplido el compromiso de destinar un 15% de sus presupuestos a los gastos de salud, la trayectoria de los donantes no tiene mucho más lustre. Save the Children calcula que el esfuerzo internacional en este ámbito es un tercio de lo que necesita la salud de los niños y de sus madres.
La agenda para el cambio está detallada alrededor de dos grandes ejes: programas de inmunización y personal sanitario. En ambos casos las soluciones incluyen una combinación de recursos económicos y de imaginación política. Los avances de la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización, por ejemplo, ofrecen pistas sobre cómo gobiernos, sector privado y sociedad civil pueden aliarse para reducir los precios de las vacunas y garantizar un suministro extenso y adecuado.
Piensen en cada uno de esos ocho millones de niños como un hijo propio. A mí me ayuda a establecer prioridades.
...y ayer en el World Economic Forum en Davos hicieron un minuto de silencio por los 39 muertos en el metro de Moscú...desde luego ayuda a entender las prioridades. Enhorabuena al trabajo de los compañeros de Save
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