En situaciones excepcionales como la de esta crisis, cuando los políticos de raza nos ofrecen lo mejor de su liderazgo, no es raro encontrarse con el rechazo de una opinión pública poco preparada para comprender los trances a los que se enfrenta un estadista moderno.
Les pongo un ejemplo: el Ayuntamiento de Madrid anunció hace algunas semanas la cancelación completa de sus programas de cooperación internacional para 2010. No es que fuese Suecia, pero Madrid destinaba hasta ahora su buena docena de millones, suficientes para costear más de 60 proyectos de lucha contra la pobreza en 15 países. La crisis, claro.
En vez de hacer un esfuerzo por ponerse en la piel del sufrido Concejal de Hacienda, al populacho le faltó tiempo para echársele al cuello. ¡Como si el Alcalde no viviese en carne propia el drama de los proyectos recortados! Más aún: en un ejemplo de transparencia institucional que ríase usted de los suecos antes citados, los portavoces municipales facilitaron a la prensa un ejemplo de todas las cosas importantes que se pueden hacer gracias a este sacrificio: nada menos que la sustitución de 63.504 papeleras que habían comenzado a perder lustre. Por sólo 72 millones (1.134 euros/papelera) obtenemos el recipiente, el montaje y el mantenimiento. Si no consideran que esto es una ganga, prefiero que ni sigamos hablando.
Así que, la próxima vez que estén tentados de criticar a los líderes de sus países y provincias, acuérdense del caso de Madrid: siempre es posible ir un poco más lejos.
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