- La liberación tiene una importancia humanitaria indudable, pero sus consecuencias políticas son mucho menos claras. La decisión del Gobierno cubano es un movimiento táctico que responde más a la presión externa e interna (muy particularmente la generada por las huelgas de hambre y las Damas de Blanco) que al convencimiento propio. La noticia no es tanto su liberación como el hecho de que 52 inocentes fuesen condenados a varias décadas de prisión y torturas por el simple hecho de expresar y promover opiniones políticas.
- La medida pretende también apaciguar otra contestación interna, la que exige mejores condiciones económicas para una sociedad condenada a un interminable período especial. Incluso los inversores extranjeros -capitalistas voraces mimados por el gobierno comunista- se plantean su permanencia en la isla tras los impagos crecientes del Estado. La posibilidad de un estallido social como el de 1994 asusta a la gerontocracia cubana tanto o más que el estallido político.
- El Gobierno español -con el Ministro Moratinos a la cabeza- ha jugado del lado del Régimen en este asunto, contribuyendo a magnificar las concesiones cubanas. A diferencia de la Iglesia, España debilita con su política la acción de la disidencia cubana dentro y fuera del país, y acepta que la transición política depende únicamente de la voluntad del Estado.
O mi amigo y yo podríamos estar equivocados y éste es el principio de un cambio que se acelerará el día en que Fidel cuelgue el chándal. Ojalá. Mientras tanto, me gustaría que Europa dejase claro en Cuba (y en Guinea y en Etiopía y en China y en Arabia Saudí y...) todo lo que los europeos consideramos importante.
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