Por eso (y porque siempre destaco las piezas que me dan la razón) he leído con gusto este artículo publicado por Stephen Budiansky en el New York Times. Tras explicar porqué el transporte mayorista de alimentos es una miseria energética en comparación con lo que se gasta en desplazarse al supermercado y cocinarlos, el artículo termina de este modo:
Comer productos locales es algo estupendo en muchos sentidos. Pero no es un fin en sí mismo, ni una virtud en sí misma. La relativa nimiedad de nuestro presupuesto energético que gastamos en la agricultura moderna es una de las inversiones energéticas más inteligentes que podemos hacer, cuando consideramos honestamente los retornos que produce para nuestra tierra, nuestra economía, nuestro medioambiente y nuestro bienestar.Así que imagínense si también tenemos en cuenta la riqueza y los puestos de trabajo que las exportaciones agrarias generan en los países pobres. No vale cualquier exportación ni en cualquier circunstancia, pero los matices son aplicables en ambos sentidos. Recuérdenlo la próxima vez que deban elegir entre los plátanos de Canarias y los de Costa de Marfil.
Buen comentario Gonzalo. Opino como tu, lo unico que, por el momento, pueden exportar la gran mayoria de paises del Sur son productos agricolas... si seguimos vendiendoles productos de alto contenido tecnologico y ademas compramos local en nuestros paises... de que van a vivir ellos?
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Alberto Begue
Washington DC