Todo es una especie de pesadilla repetida en el tablero alimentario mundial:
Uno: incremento suave pero imparable de la demanda asiática (China e India, muy especialmente). Las expectativas de crecimiento en las grandes economías emergentes continúan a buen ritmo, lo que significa que su clase media querrá cada vez más carne, pescado y frutas. Claudi Pérez publicaba en
El País de este domingo un excelente resumen del estado de la cuestión.
Dos: vaivenes de producción provocados por fenómenos naturales (sequías en Rusia y Australia; inundaciones en Pakistán). En este frente lo peor puede estar aún por venir, con importantes productores regionales como China a
somándose al abismo de sequías prolongadas.
Tres: medidas apresuradas de acopio de alimentos y restricción de las exportaciones en destacados productores, como Ucrania e India, y aceleradas por las alteraciones políticas en el Norte de África.
Cuatro: los EEUU mirando al cielo y
pisando el acelerador de su insensata política de biocombustibles (Europa también, no vayan a creer que han visto la luz; pero el efecto del bioetanol sobre el mercado de maíz es aún mucho más grave). No dejen de leer las excelentes piezas de Javier Blas en el
Financial Times sobre estos asuntos.
Cinco: un efecto tangible pero no cuantificado de la especulación financiera, nuevo mantra de Monsieur le Président (que, sin embargo, no ha encontrado un hueco para hablar de la responsabilidad de la política agraria europea en todo este jaleo). Duncan Green se refiere en
esta entrada a la polémica sobre el papel de la especulación en la crisis.
Seis: la volatilidad de los precios dispara el acaparamiento de tierras en regiones como África y América Latina. Si el asunto les interesa, asómense a la página
farmlandgrab.org. Números que marean e incontables ejemplos en español, francés e inglés.
Y siete: esclerosis galopante de la comunidad internacional, incapaz de tomar medidas significativas en alguno de estos campos.
La única razón por la que no se ha desatado todavía una crisis alimentaria más grave que la anterior es porque los precios del arroz y del trigo permanecen bajo control. Pero todo es cuestión de tiempo. En la jungla del mercado alimentario, abróchense los cinturones.